Historia de León




Heredero del reino cristiano nacido en Asturias, el Reino de León es la cuna donde nacerá el de Castilla, verdadero núcleo integrador de la unidad territorial. A la muerte del rey asturiano Alfonso III y coincidiendo con la división de su reino, surgió entre los musulmanes de Córdoba una figura política de poderosa personalidad, Abderrahmán III (912-961) que restablecerá el orden en al-Andalus, declarará el Califato y a los cristianos les colocará en situaciones precarias. En León le sucedió su hijo García I y entre los hechos más destacados de su reinado sobresale la política de repoblación del valle del Duero y el intento de conquista de La Rioja.

 
Al fallecer sin descendencia, la corona de García I pasó a su hermano Ordoño II (914-924) que trasladó la capital de su reino de Oviedo a León , proclamándose rey de León. Le sucedió su hijo Alfonso IV (925-930), rey de escasa trascendencia que cedió forzadamente la corona a su hermano Ramiro II (931-950) que destacó por los intentos de contener el empuje del poderío musulmán.


Entre estos hay que resaltar la primera incursión del rey leonés contra la fortaleza de Madrid en el año 932; después de tomar y saquear el poblado junto al Manzanares, sin pretender conquistar la zona, regresó a León con el botín. Dos años después, el rey asturleonés Ramiro II, apodado el "feroz guerrero", que soportó las acciones devastadoras de los musulmanes en Castilla (destrucción del castillo de Burgos y matanza de los monjes de San Pedro de Cardeña) con el apoyo de los navarros y de los muladíes de Abú Yahya de Zaragoza consiguió enfrentarse a los cordobeses y derrotarles en la batalla de Simancas en el año 939 (llamada de Alhandega en las crónicas musulmanas), a continuación repobló las riberas del Duratón y del Tormes.


En el transcurso de este año, 940, se repoblaron Salamanca y Sepúlveda, ésta última por obra del conde Fernán González, que levantó castillos en las zonas más estratégicas de las riberas de estos ríos. A su muerte, las luchas civiles entre los descendientes se extendieron por todo el reino, facilitando las acciones ofensivas de los cordobeses; Abderrahmán III creó un verdadero protectorado en los reinos del norte peninsular.
Le sucedió Ordoño III (951-956) que en su corto reinado, de tan sólo seis años, se vio salpicado por las luchas internas y familiares en las que intervinieron no sólo los gallegos, castellanos y navarros, sino el propio califa, que vivió una etapa de esplendor político. Su matrimonio con Urraca, hija del conde castellano Fernán González, constituyó un intento más para asegurar la paz interna en el reino, pero a su muerte en septiembre del año 956, le sucedió en el trono su hermanastro Sancho I el Gordo (956-966) que nuevamente tuvo que sufrir sublevaciones internas: durante su estancia en Córdoba, para curarse de su gordura, debido a su política dura e inflexible hacia la nobleza, sufrió una sublevación de la que salió como monarca Ordoño IV el Malo.
El rey leonés recuperó el trono con la ayuda del nuevo califa Al-Hakam II (961-976), con el que firmó un tratado de paz, que posteriormente no cumplió por lo que los musulmanes tomaron la ciudad de San Esteban de Gormaz en el año 963.
A los tres años murió envenenado, sucediéndole su hijo Ramiro III que contaba únicamente cinco años de edad, por lo que hasta el año 975 el gobierno de León estuvo atendido en un primer momento por la monja Elvira, tía de Ramiro III y posteriormente por la regencia de su madre Teresa Ansúrez.